EXPOSICIÓN DE MOTIVOS
La Unión – 12/8/958.
 
Con el profesor Don Antonio Mangarelli, falleció el viernes en Montevideo, se extinguió una existencia entregada durante casi medio siglo a las nobles disciplinas del estudio y la enseñanza.
Varias generaciones de colonienses aprendieron las primeras letras en las aulas dirigidas por el maestro que se
fue, cuyos amplios conocimientos sabía darlos a la mente virgen con cabal dominio del pedagogo, unido al gesto comunicativo y cordial del preceptor, usando invariablemente palabras llenas de suavidades en sus acentos paternales. Don Antonio -como se le llamaba cariñosamente- era bueno sin perder en lo mínimo la energía necesaria cuando lo requerían las circunstancias, y sabía instruir y educar porque poseía las virtudes congénitas del profesor por antonomasia. Fuimos sus discípulos Y aún recordamos episodios que nos quedaron grabados para siempre, porque no solamente enseñaba sino que aconsejaba con la delicadeza y dulzura de quien -a fuerza de estar permanentemente entre niños- se sentía un poco padre de todos ellos. Conocedor profundo de la mentalidad infantil, abierta a todos los interrogantes, no ignoraba que es verdad incontrovertible que el maestro no puede formar a su arbitrio las leyes naturales del desenvolvimiento mental del niño; y por lo contrario, como bien ha sido dicho y experimentado, si quiere intervenir en la vida psíquica de éste, debe acomodar su acción a sus leyes. Y esto, que es fundamental en la Escuela Primaria, base de la futura personalidad del adulto, Don Antonio Mangarelli lo practicaba diariamente, con esa asiduidad en el trabajo y generosidad de ánimo que le eran tan peculiares.
Las indicaciones de Guyau, de que “…hay que desenvolver en el niño la verdadera confianza en sí propio…y que toda la educación debe tender a convencer al niño que es capaz para el bien e incapaz para el mal…” fueron el norte de su conducta y la senda recta de su tarea. Así, al par de lo puramente instructivo, agregaba cotidianamente la preocupación que tiene todo vocacional maestro de “despertar en la conciencia de sus educandos los instintos simpáticos que se asientan en todo cerebro humano”, objetivo considerado esencial fundamentalmente para la eficacia en la orientación moral. Al ajustarse a esa norma, Mangarelli descolló en el ejercicio de su encomiable labor como sólo pueden hacerlo los excepcionalmente dotados. Fue el maestro en la totalidad de sus funciones completas. Su obra, nutrida en diez lustros por un fervor de apostolado y una irrevocable pasión de aleccionar instruyendo y guiando, fue, en su conjunto, expresión de una personalidad rectora, servida constantemente por su vasta erudición y sólida inteligencia. No sólo procuraba abrir el camino y andarlo en sus clases con la clarividencia del pedagogo que quiere a los niños igual o más que a su profesión y, por ende, se traza en sí mismo el fin superior que se propone alcanzar, sino que ponía su más decidido empeño en la acción dinámica que es necesaria para conseguirlo con éxito. De la escuela que en esta ciudad le tuvo durante casi medio siglo en ese ejercicio noble y voluntarioso, salieron alumnos aventajados que serían, más tarde, distinguidos profesionales y que habrán, seguramente, de recordar y corroborar esta afirmación.
Formó en Colonia su hogar y aquí nacieron, se criaron y estudiaron sus hijos que hoy son destacados titulados que actúan en distintos puntos del país.
Durante muchos años convivió en el seno de nuestro pueblo como vecino muy estimado por la comunidad, en buena parte, sin duda, por dos cosas concurrente: su adhesión entusiasta a toda obra de bien social y su convencimiento, puesto en práctica, de que el pueblo y su escuela deben marchar juntos hacia la consecución del perfeccionamiento individual y colectivo, mediante la educación.
Por todo lo que los hijos de este solar le debemos; porque sentimos con angustia su partida definitiva; por la pérdida que con su muerte sufre la cultura nacional; por el valioso legado que supo dejarnos y por todo cuanto significó la fecundidad luminosa de su trayectoria de hombre y de maestro, ponemos conmovidos nuestra voz en el silencio de su última morada para que se haga plegaria y a fin de que hasta el cono de sombras del más allá, llegue la luz de nuestros ojos sollozantes a iluminar su faz yacente con el sentimiento cierto de que aquí queda eternamente su ejemplo y su recuerdo. Que haya paz en su tumba y que la estrella de meditación y ciencia que al servicio de los más puso en esta tierra, extienda, ahora, sus más vivos resplandores en la región donde mora su alma para la Eternidad.
 
La Colonia – 19/8/1958.
El fallecimiento de Don Antonio Mangarelli. Discurso del Dr. Francisco Carballo Pou – En el acto del sepelio del querido maestro y profesor de juventudes colonienses don Antonio Mangarelli, fue despedido en nombre de sus discípulos por el Dr. Francisco Carballo Pou y en representación del C. Colonia de Montevideo, por el Sr. Roberto Zagarzazú. La Directiva del Club Colonia, al tener conocimiento del deceso de don Antonio se reunió extraordinariamente, pronunciando varios de sus integrantes palabras en las que quedó patentizado el pesar de todo los coterráneos y permaneciendo un minuto de pie en silencioso recogimiento como homenaje.
Discurso del Dr. Carballo Pou: Don Antonio ha muerto. Lo vi esta mañana. Lo rodeaban semblantes que llevaban el luto de la muerte. Todos tenemos que aceptar la dura realidad de saber que el viejo preceptor se nos ha ido. Estaba bordeado de flores, mudo y grandioso homenaje de un sentimiento que desborda las posibilidades de su exacta expresión. Deseos tuve de hablarle como habitualmente, de volver a temas viejos en los que su maravillosa doctrina de maestro, encontraba refugio. Es que la muerte no pudo quebrar el cariñoso semblante del hombre que supimos querer como amigo, compañero y respetar como maestro. Somos cientos y cientos los que hoy tenemos en los rostros humedad de lágrimas y en los corazones el dolor de saber que no estará más con nosotros.
La vida cumple sus etapas en los estrechos límites que la naturaleza asignó a los humanos y nos resignamos por la pérdida material pero lo intangible, lo espiritual, lo que determinadas personas, por excepción, saben lograr, eso lo conquistado por esa virtud que alienta y fortifica el cuerpo para obrar, esa pérdida no tiene resignación. No pretendo promover ni despertar hondos afectos, que están en cada uno de aquellos que lo trataron, que fueron sus discípulos. Ministros, senadores, diputados, médicos, abogados, ingenieros, maestros, escribanos, arquitectos, obreros, más y muchos más son los que encontramos en Don Antonio, el educador, el guía, el iniciador de nuestros temblantes e inseguros pasos de nuestra juventud.
Fue el maestro que retuvo y consideró el programa para el dictado de sus disposiciones que obligaban a aprender, pero que disponía, al margen de esa letra, de la virtud señorial de ser el maestro que educaba y creaba el amor y respeto a los demás pues ese era su reino. ¿Quién de nosotros no cometió una diablura que sabíamos tenía como corolario la clásica penitencia? Ese castigo esperado, que sucedía a las horas de clase y que indefectiblemente terminaban en su hogar. Todos sabemos que no hay escuela de virtud como el hogar, pues allí íbamos los merecedores por nuestra inconducta. Luego de oír los sermones a los que nos habíamos hecho acreedores, lanzados con un gesto que pretendía ser adulto y severo, se nos servía un café con leche y dulces hechos por Doña Emilia, ¡pues como no íbamos a estar unos minutos más del horario de clase sin comer!.
Ese era el hombre que ahora rodeamos doloridos y para quien me duele no tener la palabra con que despedirme. Esa era la escuela de Don Antonio, pues con ese nombre la bautizamos todos aquellos que tenemos el orgullo haber vivido en aquel rincón de la República, Colonia. No supo hacer distinciones, todos cabíamos por igual, en la inmensidad de su alma de educador. A una clase de matemáticas, sucedía una de geografía, otra de idioma español, pero así como íbamos atesorando recursos de enseñanza, a medida que íbamos penetrando en las relaciones de causa a efecto, esos hábitos ciegos entonces, se iban apuntalando con los razonamientos destinados a convertirlos en conscientes, acompañados con lo emotivo, apelando a la voluntad para transformarlos en principios de acción. Así nos formamos y hemos llegado al hoy. Por eso, cuando a través del tiempo, nos volvíamos a encontrar, al abrazo sincero con que nos recibía seguían las clásicas preguntas: ¿Que haces? Te casaste? ¿Cuántos hijos tienes? ¿Y fulano? ¿Y Zutano?. Todo lo preguntaba, no por desconocimiento, sino porque aún a través del tiempo, veía en cada uno de nosotros su discípulo, un muchacho más a quien había dado generosamente todo lo bueno que tenía y le interesaba saber que uso hacíamos de ello. El buen maestro seguía ejerciendo. Así como los dioses son la matriz de la historia de las regiones, los héroes de la historia de las naciones. Don Antonio no puede borrarse de la historia de la vida de nosotros sus discípulos.
 
La Colonia – 12/8/958.
Dr. Antonio Mangarelli. Su lamentado fallecimiento.
Dejó de existir el sábado último en Montevideo Don Antonio Mangarelli, maestro y profesor de varias generaciones colonienses. Don Antonio Mangarelli era muy joven cuando llegó en 1905 a esta ciudad para ocupar el cargo de Director de la Escuela de Varones ganado por concurso al quedar vacante la Dirección al jubilarse el querido maestro Don Eugenio Araus. Ejerciendo la Dirección de la Escuela de Varones, fue nombrado profesor del Liceo Deptal. de Colonia en 1912, al abrirse esta casa de estudios, actuando conjuntamente con los profesores Emilio Zum Felde (Director) y Augusto Teiseire. Permaneció actuando en las tareas del magisterio y del profesorado ininterrumpidamente hasta 1940, en que se retiró para jubilarse, trasladándose poco después a la capital. La vida de Antonio Mangarelli tuvo dos objetivos fundamentales: la educación de la niñez y la juventud y su hogar, que compartió con su compañera Doña Emilia Torres. Fue Don Antonio, como familiarmente todos lo llamaron maestro por vocación y temperamento.
Se dio íntegramente a la enseñanza, con amor, con esplendidez espiritual, con vigor intelectual. Su bonomía típica, su afectuosidad, su expresión y manera de ser risueña y amable, no excluyó la energía en la determinada circunstancia para imponer el disciplinario acatamiento. El maestro y el profesor, fue amigo y consejero que se hizo querer y hoy lo recuerdan con hondo afecto, todos los que vivieron su aula y recibieron su enseñanza. Fuera del ámbito profesional, Don Antonio fue igualmente querido y respetado por su vida leal y limpia, porque la ancha sonrisa de su rostro era expresión de un alma superior, abierta a la nobleza y a la simpatía. Partió en viaje definitivo el viejo maestro dejando una estela de recuerdos, reconocimientos y emociones. Llenó una vida porque sembró el bien y la cultura. Junto a su tumba queda la conmovida ofrenda del afecto de los miles de alumnos y amigos que le sobreviven. Despedimos a Don Antonio con la nuestra, que si no fuimos sus alumnos, aprendimos también a quererlo y admirarlo. Enviamos a sus estimados familiares, las expresiones de nuestro más sentido pésame. En el acto del sepelio de los restos del Sr. Mangarelli, hicieron uso de la palabra el Dr. Carballo Pou, por los que fueron sus discípulos, y el señor Roberto Zagarzazú, por el Club Colonia de Montevideo.
 
La Unión – 7/8/959.
Homenaje a la memoria de Don Antonio Mangarelli.
El domingo a las 11 horas, en el Cementerio de Buceo, en Montevideo, al cumplirse el primer aniversario del sensible fallecimiento del grande e inolvidable maestro Don Antonio Mangarelli, sus ex-alumnos radicados en la Capital rendirán un emotivo homenaje a su memoria. En nuestro medio, donde Don Antonio fue el educador de varias generaciones, impartiendo sus enseñanzas con verdadera vocación de maestro, así como con paternal afecto, tanto en la Escuela de Varones que dirigió durante treinta años como en el Liceo Deptal., del que fue profesor fundador, se le recuerda con cariño y por eso se inició un movimiento para adherirse al justiciero homenaje del domingo.
Anteayer a las 19, en la escuela Nº 1 “José Artigas” se efectuó una reunión de la Comisión de Homenaje a Don Antonio Mangarelli con motivo del primer aniversario de su muerte, resolviéndose colocar una placa en el sitio en que descansan sus restos, con la siguiente inscripción: “A don Antonio sus ex-alumnos y amigos de Colonia”. Dado lo cercano de la fecha, de no estar grabada para entonces, sería colocada el 22 de setiembre, “Día del Maestro”, a cuyo efecto se trasladaría una delegación a la capital, la que, igualmente, concurrirá el domingo para depositar una ofrenda floral al pie de su sepulcro, en ceremonia recordatoria al año de su deceso. Reunida la Directiva de la Asociación de Profesores del Liceo de Colonia, ante el homenaje a realizarse el domingo a la memoria de Don Antonio Mangarelli, resolvió exhortar a los profesores y ex-alumnos del educador fallecido hace un año, a adherirse al mismo, delegando en el señor Jorge Cafferatta la representación de la entidad.
 
La Unión – 11/8/959.
El homenaje a la memoria de Don Antonio Mangarelli.
Don Antonio Mangarelli, el maestro de varias generaciones de Colonia, al cumplirse el primer año de su lamentado deceso recibió el homenaje de sus ex-alumnos y amigos, el que se cumplió anteayer a las once horas en el Cementerio del Buceo, donde descansan sus restos, homenaje organizado por el Club Colonia de Montevideo y ex-discípulos radicados en la capital. Quienes tuvimos el privilegio de ser sus alumnos y gozamos en los años juveniles del cálido afecto del querido maestro y profesor y nos acercamos a su tumba el domingo, vivimos una hora de dolorosa evocación, pero también la emoción de sabernos – por sobre el tiempo – unidos como siempre a su recuerdo imperecedero. Dos grandes coronas de calas con centro de claveles, roja una y rosa otra, de los organizadores y de la Escuela Nº 1, ex-alumnos y amigos de nuestra ciudad, se destacaban en la mañana soleada sobre el negro mármol del monumento funerario donde duerme su sueño eterno el inolvidable Maestro. Ciento de rostros con la renovada congoja de la definitiva ausencia, rodearon cariñosamente a los hijos y familiares del extinto, y fue un solo corazón palpitante de encontradas emociones que estuvo atento a la oratoria, con verdadera unción y recogimiento. La inició el Doctor Juan C. Pontet, llevando la representación del Club Colonia de Montevideo, pero su misión no se apartó del recuerdo de sus años infantiles y juveniles cuando pasó por las aulas escolares y liceales y en las cuales la figura de Don Antonio imponía su pretendida severidad. Le sucedió la señora Aurora C. de Beltrammi, por los ex-alumnos; con palabra serena pero ahogada por el  sentimiento de su misión, la lectura de su página trasuntó su sentir y el de sus representados. No en vano la mano amplia y siempre abierta a la caricia del paternal yacente, se posó sobre las testas de la infancia que educò sabiendo hacerse querer y por eso el domingo hubo cientos de aquellos niños y niñas diciendo: “Presente Don Antonio”.
Finalmente habló el señor Jorge Cafferatta, trasladado con la delegación de esta ciudad, haciéndolo en nombre de la Escuela Nº 1 de Práctica “José Artigas”, en la que Mangarelli fue director durante 35 años; ex-alumnos, amigos de Colonia y Asociación de Profesores del Liceo Deptal.. Sencillas en la expresión, pero hondas en el concepto y profundamente emotivas fueron las palabras del señor Cafferatta, y como en un film trasmitió a quienes lo escuchaban, etapas de feliz recordación en el hogar de los esposos Mangarelli – Torres, que fue un verdadero corazón abierto a la infancia y juventud de Colonia para el apostolado de la enseñanza, prolongándose más allá de las aulas.
Don Antonio habrá sentido desde su estrella el latido de los corazones que tanto quiso y que latieran al unísono con el suyo.
 
La Colonia – 2/12/980.
Don ANTONIO MANGARELLI. Semblanza de un maestro excepcional.
Un gran maestro es una dádiva del destino y quienes han tenido la fortuna de ser sus alumnos sienten que su figura y su voz se agigantan en el recuerdo; que sus consejos y sus reconvenciones, juzgados hoy a la luz de una mente madura, eran pletóricos de razón; que sus palabras parecían brotar al conjuro de inspiración divina en un connubio de mente y corazón. Así rememoro la imagen de Don Antonio Mangarelli, maestro que forjó con tesón varias generaciones de infantes mentes colonienses, despertando conciencias que el tiempo y el esfuerzo transformarían en ciudadanos brillantes por sus condiciones intelectuales y su acervo moral.
Difícil es evaluar hasta que grado la faena del educador obra sobre la personalidad del docente, pero resulta indiscutible que la escuela y el maestro colocan la impronta en el cimiento de la personalidad; como expresara la insigne Gabriela, ocasiones hay en que “en el solar de tu hijo de ella hay más que ti”.(Valga el trueque de sexos).
Mangarelli fue maestro, maestro de 3er. grado (título al que pocos accedieron), Director de la Escuela Nº 1, profesor de matemáticas en el Liceo Deptal. de Colonia que lo contó entre sus fundadores y que también le tocó dirigir, durante breves lapsos. A su lado se formaron decenas de buenos maestros, lo que debo decir, aún cuando me comprendan las generalidades de la ley, en honor de muchos de mis brillantes condiscípulos. Su casa era un templo del saber; bajo su techo se albergaron generaciones de estudiantes que debían proseguir los cursos secundarios; en el hogar de Don Antonio, con menguados recursos, disponía de un lecho, buena alimentación, lecciones de toda índole y la guía moral de Don Antonio y la más severa aún de la gran dama que fuera doña Emilia, la excepcional mujer de vieja estirpe coloniense, su esposa, madre de todos sus hijos. A nadie que tuviera dificultades en estudios le faltó su clase complementaria para dar examen de ingreso o repasar una asignatura aplazada.
Nunca le arredró su estrechez económica; a nadie le exigió el pago de sus servicios que a veces se veían compensados sólo por un obsequio de irrisorio valor, todo lo cual pinta su filantrópica actitud. Su saber y su instinto de educador le dieron oportunidad de orientar vocacionalmente a algún estudiante indeciso ¡Y con que acierto!.
En resumen, Don Antonio fue para nosotros y lo es aún en nuestro recuerdo, una figura gigantesca, cúmulo de virtudes, prototipo de sencillez y de modestia, paradigma de asiduidad en el trabajo, ejemplo de tolerancia y comprensión , fue perseverante y eficiente en su labor, un Maestro (con mayúscula), un Hacedor de Porvenires.
Colonia, nuestro terruño (y el suyo por adopción y contracción), en este año de su Tricentenario le debía un aplauso, un sincero homenaje y un emocionado recuerdo.
Estas líneas mal hilvanadas sólo encierran la pretensión de corregir, a 22 años de la desaparición del gran maestro, una injusta omisión. C. FONTANA.
NOTA: Este artículo fue escrito por el maestro Carlos Fontana, a sugerencia de la Asociación de Jubilados y Pensionistas Escolares – Filial Colonia. 
 
El País – 24/5/981.
Homenaje popular a un Educador.
Pocos sentimientos reflejan más elocuentemente la sensibilidad de un pueblo que la gratitud a sus educadores.
Claro testimonio de ello es el homenaje que se proyecta tributar al Maestro y Profesor don Antonio Mangarelli (1884-1958). Organiza el mismo la Asociación de Jubilados y Pensionistas Escolares de Colonia con el
patrocinio de la Intendencia Municipal del mencionado departamento. Amigos, colegas y ex-alumnos del personaje recordado, aportan desde ya su decidido y entusiasta concurso. Justa exteriorización del reconocimiento de la histórica ciudad, donde don Antonio ejerció, a lo largo de cuatro décadas, una labor de fecundas proyecciones. Colonia se ha distinguido siempre por el número y la calidad de sus maestros. Baste citar, entre los que alcanzaron un prestigio que trascendió de las líneas lugareñas, a Eugenio Araus, Sofía Torres, Marcelina Telechea, Juan Pontet, Ana Ad. Ugón de Tron, Manuela Noaín, Ma. de los Dolores Riverós, Luz Riverós de Rovira y Alberto Rusconi.
No ha de olvidarse, obviamente, a las legiones de mujeres y de hombres que, en las ciudades y en los campos colonienses, consagraron sus vidas, con dignidad y sacrificio, a la causa de la educación. Junto a éstos y a aquéllos, descolló don Antonio Mangarelli con atributos propios de una vigorosa personalidad.
Muy joven, llegó de su Montevideo con el título de Maestro de Tercer Grado y se le confió la dirección de la escuela denominada hoy “José Artigas”. Dueño de una sólida información y de un profundo fervor vocacional, conquistó rápidamente el respeto y la estima afectuosa a sus compañeros y de los alumnos. Sencillo, paternal, comprensivo y generoso, poseyó, cuando era menester, una energía inquebrantable. Pero no apeló jamás a la represión ni al castigo cuando podía llegar al diálogo y al consejo. El escritor Juan José Fontana Mendoza, su ex-alumno y colega, lo retrata así en las “estampas evocativas” de su libro “Allá lejos…”: “Allí, en la nueva escuela, conocí a Don Antonio Mangarelli. Era el Director. Mantenía siempre una constante seriedad. Con los años comprendí que esa seriedad era postiza. Tenía un alma cándida y buena, y un gran corazón, muy sensible”. La identificación de este educador con el medio resultó total.
Unido en matrimonio a una distinguida maestra coloniense, doña Emilia Torres, formó un hogar en el que nacieron seis hijos, que se han destacado como profesionales, en la Medicina y en la Docencia. Asimismo, integró, como Profesor de Matemáticas, el personal enseñante del Liceo Departamental, cuya dirección desempeñó en varias oportunidades.
Fue su casa la casa de muchos estudiantes provenientes de todos los rumbos de la campaña y de distintas poblaciones. Finalmente, ha de consignarse que contribuyó a la formación de muchos maestros en el régimen de estudios libres.
Bien está, pues, por lo menos una calle de Colonia lleve el nombre de Antonio Mangarelli. Lo merece sobradamente quien, como él, aleccionó a millares de niños y de jóvenes con la ciencia de su talento y de su corazón. Los que honran su memoria se honran a sí mismos. José Joubert decía que “la justicia es la verdad en acción”.
ADOLFO RODRIGUEZ MALLARINI.
 
LA JUNTA DE VECINOS DE COLONIA
ACUERDA Y DECRETA:
 
Articulo 1ºAUTORIZASE al Departamento Ejecutivo, para designar con el nombre de ANTONIO MANGARELLI, la actual calle Cuareim, que figura en el nomenclátor de la Ciudad de Colonia.
Articulo 2º. Comuníquese e insértese en el Libro de Leyes de la Junta de Vecinos.
 
SALA DE SESIONES de la Junta de Vecinos, a siete de julio de mil novecientos ochenta y uno.
 
Dr. PABLO A. VACCHELLI, Presidente. 
 
GLADYS MARTÍNEZ, Secretaria.
 

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