Colonia, 30 de abril del 2003.
Sr. Presidente de la Junta Departamental
Don Richard Cáceres
PRESENTE.
Don Richard Cáceres
PRESENTE.
Los suscritos, haciéndose eco de una solicitud efectuada por vecinos de esta ciudad, estimaron pertinente presentar el Proyecto de Decreto que se adjunta con las exposiciones de motivos correspondientes, tendiente a incorporar en el Nomenclátor coloniense, en la zona del Real de San Carlos, los nombres de personas de reconocida trayectoria, que se detallan.
Esperando contar con la aprobación del Cuerpo, le saludan atentamente. Por la Comisión de Cultura y Nomenclátor: MIGUEL CÓCCARO – Prof. ARMANDO IGOA – ROBERTO SENOSIAÍN – Prof. STELLA GONZÁLEZ – MARCELO DARUICH – Prof. LUIS PURTSCHER – RICARDO PAGUÉS.
Esperando contar con la aprobación del Cuerpo, le saludan atentamente. Por la Comisión de Cultura y Nomenclátor: MIGUEL CÓCCARO – Prof. ARMANDO IGOA – ROBERTO SENOSIAÍN – Prof. STELLA GONZÁLEZ – MARCELO DARUICH – Prof. LUIS PURTSCHER – RICARDO PAGUÉS.
Nota: Los datos bibliográficos que se adjuntan fueron proporcionados por el Historiador Artigas Mariño.
Exposición de Motivos
Aníbal Riverós Tula: Historiador e investigador, es autor de HISTORIA DE LA COLONIA DEL SACRAMENTO que también es texto de consulta. Ese libro fue editado por el Instituto Histórico y Geográfico del Uruguay.
21 de Diciembre de 1908, 18 de Julio de 1965, Biografía:
Aníbal Mario Riverós Tula nació en la Ciudad de Buenos Aires, República Argentina, el 21 de Diciembre de 1908 y murió en la misma ciudad el 18 de Julio de 1965 a la temprana edad de 56 años.
Hijo de don Aníbal Fermín Riverós, oriental, natural de la Colonia del Sacramento, nacido en 1875 y fallecido en su ciudad natal en 1933, y de María Mercedes Tula y Dufort, oriunda de Montevideo, nacida en 1884 y fallecida en Buenos Aires en 1966.
Fue el hijo mayor del matrimonio junto a cinco hermanas, María Mercedes, Alicia Irene, Ana María, Marta Margarita y Nelly Susana.
Se casó en Montevideo el 30 de Marzo de 1935 con Marietta de Mattos, nacida en Bagé (Rep. Federativa del Brasil) en el año 1912.
De ese enlace nacieron sus hijos Aníbal Teófilo, Ivonne, Estela, Elena y Ricardo.
Perteneció Aníbal Mario a una familia de gran raigambre en la Comunidad Coloniense.
Su abuelo paterno, Don Leopoldo Riverós, fundó y construyó personalmente la llamada “Quinta Riverós” en el año 1890, cediendo parte del terreno para la construcción del luego conocido como “Camino o Paso Riverós” que comunica a la ruta 21 a Carmelo a la altura del kilómetro 180,5 con la ruta 1 a Montevideo.
Entre sus tías paternas, se cuentan Doña María de los Dolores Riverós, recordada maestra y directora, que, entre otras muchas actividades, integró desde 1947 a 1957 la Comisión del Museo Municipal de Colonia y con quien intercambió valiosísima información histórica de la ciudad, que aportó en las dos décadas posteriores para el proyecto de reciclado del casco antiguo y luego su reconocimiento como patrimonio cultural de la humanidad.
Así también su tía Luz Riverós de Rovira, preclara profesora que realizó su inmensa obra docente en el liceo local.
Su tío, el General Roberto Riverós fue jefe fundador en 1915 del Regimiento de Ingenieros del Ejército Uruguayo, ocupando posteriormente la Secretaría de Guerra y Marina del país. Su tío materno Mateo Tula fue pionero de la aviación uruguaya.
Aníbal Mario vivió desde muy joven la vocación por la historia, sintiéndose íntimamente ligado al terruño natal de su padre.
Es por ello que siempre se propuso reflejar ese inmenso tesoro cultural de datos compilados en sus fuentes, escribiendo sobre su querida Colonia del Sacramento, a la que amó profundamente, y dejar su legado al conocimiento de sucesivas generaciones.
Hoy día su libro “Historia de la Colonia del Sacramento (1680-1830)” publicado en Montevideo en el año 1959 por el Instituto Histórico y Geográfico del Uruguay resulta la cita obligada de todo estudioso del rico acervo cultural oriental. El mismo es citado en forma destacada en la publicación “Colonia, Patrimonio Cultural de la Humanidad” editada por la UNESCO.
Frecuentó a historiadores rioplatenses de la talla de Don Ariosto Fernández, Narciso Binayán Carmona, Raúl Molina y de Félix Luna con quienes compartió largas tertulias.
Fue también un apasionado por el conocimiento de sus ancestros, dedicándose a abrevar en las fuentes de las ciencias genealógicas.
Su afán por el conocimiento de los pueblos del mundo, de sus gentes, de sus lenguas, lo llevó a desempeñarse en el ambiente diplomático, logrando el reconocimiento de distintos gobiernos, hallándose ya en el ejercicio de la función pública en el Congreso Nacional de la República Argentina.
En sus últimos años, fue fundador de la Asociación “Saint Ives de Bretagne”, reuniendo en Buenos Aires a los descendientes bretones rioplatenses.
Al sobrevenir su muerte se hallaba escribiendo el libro inconcluso que titulara “Los franceses en el Río de la Plata”.
CURRÍCULUM
Estudios: Primarios y Secundarios en el Colegio “San José” de Buenos Aires de los padres Bayoneses. Cursó estudios universitarios en la Facultad de Farmacia y Bioquímica de la Universidad Nacional de Buenos Aires.
Idiomas: Francés, Inglés, Portugués e Italiano.
Tareas desempeñadas: 1927 a 1955 como Despachante de Aduana en Buenos Aires.
Actuación en Buenos Aires, República Argentina:
1956: Asesor Técnico honorario del Archivo General de la Nación.
1958: Secretario Diplomático del Vicepresidente de la Nación.
1958: Jefe de Ceremonial del Congreso de la Nación.
1959 a 1965: Miembro de la Comisión Nacional de Museos y Monumentos Históricos.
1960: Delegado en el III Congreso Internacional de Historia de América organizado por la Academia Nacional
de la Historia de la República Argentina.
Reconocimientos (condecoraciones extranjeras):
1959: Gobierno de Francia: “Officier de L´Ordre de L´Etoile Noire”
1960: República Federal de Alemania: “Das Grosse Verdienstkreutz”
1961: República de Italia: “Ordine al Mérito” – “Commendatore”
1965: Gobierno de Francia: “Officier de Lórdre National du Mérite”
21 de Diciembre de 1908, 18 de Julio de 1965, Biografía:
Aníbal Mario Riverós Tula nació en la Ciudad de Buenos Aires, República Argentina, el 21 de Diciembre de 1908 y murió en la misma ciudad el 18 de Julio de 1965 a la temprana edad de 56 años.
Hijo de don Aníbal Fermín Riverós, oriental, natural de la Colonia del Sacramento, nacido en 1875 y fallecido en su ciudad natal en 1933, y de María Mercedes Tula y Dufort, oriunda de Montevideo, nacida en 1884 y fallecida en Buenos Aires en 1966.
Fue el hijo mayor del matrimonio junto a cinco hermanas, María Mercedes, Alicia Irene, Ana María, Marta Margarita y Nelly Susana.
Se casó en Montevideo el 30 de Marzo de 1935 con Marietta de Mattos, nacida en Bagé (Rep. Federativa del Brasil) en el año 1912.
De ese enlace nacieron sus hijos Aníbal Teófilo, Ivonne, Estela, Elena y Ricardo.
Perteneció Aníbal Mario a una familia de gran raigambre en la Comunidad Coloniense.
Su abuelo paterno, Don Leopoldo Riverós, fundó y construyó personalmente la llamada “Quinta Riverós” en el año 1890, cediendo parte del terreno para la construcción del luego conocido como “Camino o Paso Riverós” que comunica a la ruta 21 a Carmelo a la altura del kilómetro 180,5 con la ruta 1 a Montevideo.
Entre sus tías paternas, se cuentan Doña María de los Dolores Riverós, recordada maestra y directora, que, entre otras muchas actividades, integró desde 1947 a 1957 la Comisión del Museo Municipal de Colonia y con quien intercambió valiosísima información histórica de la ciudad, que aportó en las dos décadas posteriores para el proyecto de reciclado del casco antiguo y luego su reconocimiento como patrimonio cultural de la humanidad.
Así también su tía Luz Riverós de Rovira, preclara profesora que realizó su inmensa obra docente en el liceo local.
Su tío, el General Roberto Riverós fue jefe fundador en 1915 del Regimiento de Ingenieros del Ejército Uruguayo, ocupando posteriormente la Secretaría de Guerra y Marina del país. Su tío materno Mateo Tula fue pionero de la aviación uruguaya.
Aníbal Mario vivió desde muy joven la vocación por la historia, sintiéndose íntimamente ligado al terruño natal de su padre.
Es por ello que siempre se propuso reflejar ese inmenso tesoro cultural de datos compilados en sus fuentes, escribiendo sobre su querida Colonia del Sacramento, a la que amó profundamente, y dejar su legado al conocimiento de sucesivas generaciones.
Hoy día su libro “Historia de la Colonia del Sacramento (1680-1830)” publicado en Montevideo en el año 1959 por el Instituto Histórico y Geográfico del Uruguay resulta la cita obligada de todo estudioso del rico acervo cultural oriental. El mismo es citado en forma destacada en la publicación “Colonia, Patrimonio Cultural de la Humanidad” editada por la UNESCO.
Frecuentó a historiadores rioplatenses de la talla de Don Ariosto Fernández, Narciso Binayán Carmona, Raúl Molina y de Félix Luna con quienes compartió largas tertulias.
Fue también un apasionado por el conocimiento de sus ancestros, dedicándose a abrevar en las fuentes de las ciencias genealógicas.
Su afán por el conocimiento de los pueblos del mundo, de sus gentes, de sus lenguas, lo llevó a desempeñarse en el ambiente diplomático, logrando el reconocimiento de distintos gobiernos, hallándose ya en el ejercicio de la función pública en el Congreso Nacional de la República Argentina.
En sus últimos años, fue fundador de la Asociación “Saint Ives de Bretagne”, reuniendo en Buenos Aires a los descendientes bretones rioplatenses.
Al sobrevenir su muerte se hallaba escribiendo el libro inconcluso que titulara “Los franceses en el Río de la Plata”.
CURRÍCULUM
Estudios: Primarios y Secundarios en el Colegio “San José” de Buenos Aires de los padres Bayoneses. Cursó estudios universitarios en la Facultad de Farmacia y Bioquímica de la Universidad Nacional de Buenos Aires.
Idiomas: Francés, Inglés, Portugués e Italiano.
Tareas desempeñadas: 1927 a 1955 como Despachante de Aduana en Buenos Aires.
Actuación en Buenos Aires, República Argentina:
1956: Asesor Técnico honorario del Archivo General de la Nación.
1958: Secretario Diplomático del Vicepresidente de la Nación.
1958: Jefe de Ceremonial del Congreso de la Nación.
1959 a 1965: Miembro de la Comisión Nacional de Museos y Monumentos Históricos.
1960: Delegado en el III Congreso Internacional de Historia de América organizado por la Academia Nacional
de la Historia de la República Argentina.
Reconocimientos (condecoraciones extranjeras):
1959: Gobierno de Francia: “Officier de L´Ordre de L´Etoile Noire”
1960: República Federal de Alemania: “Das Grosse Verdienstkreutz”
1961: República de Italia: “Ordine al Mérito” – “Commendatore”
1965: Gobierno de Francia: “Officier de Lórdre National du Mérite”
Maestro Adolfo Rodríguez Mallarini: Perfeccionista de la gramática y autor de varias obras. Desempeñó cargos en escuelas y liceos. Un salón de la Casa de la Cultura lleva su nombre.
Dejó de existir el 22 de Julio de 1983, en Montevideo.
Había nacido en Cufré en 1914. Era hijo de la maestra de Enseñanza Primaria, Isolina Mallarini de Rodríguez, directora fundadora de la Escuela de Cufré.
Allí fue donde Adolfo Rodríguez Mallarini hizo sus primeras letras.
Brillantemente terminó enseñanza primaria y sus estudios de enseñanza secundaria, para obtener el título de Maestro nacional.
Se recibió, cumplió funciones docentes y en la década del 30 cumplió otras funciones ajenas a la docencia hasta que pudo reintegrarse de nuevo por concurso, como él siempre lo reiteraba.
Llegó a Director de Escuela, Inspector, Inspector Departamental de Escuelas, hasta que concursa para Profesor de Literatura y Lengua Española, al que accedió por dos concursos de oposición. Ejerció primero el cargo de Profesor de Idioma Español, luego de Director de Liceo. Después, también por concurso, llegó a la Inspección Docente y al cargo de Inspector de Institutos y Liceos.
Llegó al cargo de Inspector Técnico de Enseñanza Secundaria, máximo cargo técnico de la Enseñanza Media en nuestro país.
Hay que destacar que fue el primer escritor laureado por la Academia Nacional de Letras del Uruguay. Ocurrió en 1948 por un ensayo sobre Cervantes. Más tarde el Instituto Almafuerte, de la República Argentina, lo galardonó en 1956 con la medalla de honor. Precisamente Almafuerte junto con Rafael Barret eran los escritores preferidos de Adolfo Rodríguez Mallarini.
La Asociación Interamericana de Educadores lo distinguió en 1969 con el premio al Periodismo. Entre sus obras se pueden destacar la que ganó el Concurso sobre Cervantes en 1949. En 1953 publicó “Disertaciones”; en 1958 una recopilación de artículos periodísticos; más tarde Elena Rossi Delucchi, la Semblanza de una Maestra; el Credo del Educador, una excelente página que nació francamente de su sensibilidad de educador, de su amor a la docencia y a los educandos; en 1973 publicó “Paradigmas” una serie de semblanzas de distintos educadores de lengua española y en 1976 un librito que se agota en cada edición al poco tiempo de editado.
Se trata de “Nuestro Idioma” de gran utilidad para todo aquel que le interesan los secretos y posibilidades de la lengua española.
Nuestra cultura sentirá sin dudas el resentimiento por la falta de Rodríguez Mallarini. Pero su semilla va a fructificar porque fructificó ya en base al pensamiento de amor con que él la entregó a lo largo de una extensa carrera docente.
Dejó de existir el 22 de Julio de 1983, en Montevideo.
Había nacido en Cufré en 1914. Era hijo de la maestra de Enseñanza Primaria, Isolina Mallarini de Rodríguez, directora fundadora de la Escuela de Cufré.
Allí fue donde Adolfo Rodríguez Mallarini hizo sus primeras letras.
Brillantemente terminó enseñanza primaria y sus estudios de enseñanza secundaria, para obtener el título de Maestro nacional.
Se recibió, cumplió funciones docentes y en la década del 30 cumplió otras funciones ajenas a la docencia hasta que pudo reintegrarse de nuevo por concurso, como él siempre lo reiteraba.
Llegó a Director de Escuela, Inspector, Inspector Departamental de Escuelas, hasta que concursa para Profesor de Literatura y Lengua Española, al que accedió por dos concursos de oposición. Ejerció primero el cargo de Profesor de Idioma Español, luego de Director de Liceo. Después, también por concurso, llegó a la Inspección Docente y al cargo de Inspector de Institutos y Liceos.
Llegó al cargo de Inspector Técnico de Enseñanza Secundaria, máximo cargo técnico de la Enseñanza Media en nuestro país.
Hay que destacar que fue el primer escritor laureado por la Academia Nacional de Letras del Uruguay. Ocurrió en 1948 por un ensayo sobre Cervantes. Más tarde el Instituto Almafuerte, de la República Argentina, lo galardonó en 1956 con la medalla de honor. Precisamente Almafuerte junto con Rafael Barret eran los escritores preferidos de Adolfo Rodríguez Mallarini.
La Asociación Interamericana de Educadores lo distinguió en 1969 con el premio al Periodismo. Entre sus obras se pueden destacar la que ganó el Concurso sobre Cervantes en 1949. En 1953 publicó “Disertaciones”; en 1958 una recopilación de artículos periodísticos; más tarde Elena Rossi Delucchi, la Semblanza de una Maestra; el Credo del Educador, una excelente página que nació francamente de su sensibilidad de educador, de su amor a la docencia y a los educandos; en 1973 publicó “Paradigmas” una serie de semblanzas de distintos educadores de lengua española y en 1976 un librito que se agota en cada edición al poco tiempo de editado.
Se trata de “Nuestro Idioma” de gran utilidad para todo aquel que le interesan los secretos y posibilidades de la lengua española.
Nuestra cultura sentirá sin dudas el resentimiento por la falta de Rodríguez Mallarini. Pero su semilla va a fructificar porque fructificó ya en base al pensamiento de amor con que él la entregó a lo largo de una extensa carrera docente.
Maestro Hemerson Klappembach Allietti: 1926-1987: Ejerció la docencia y tiene obras literariras. Una biblioteca en el Real de San Carlos lleva su nombre.
El “chiquito” Klappembach, según se lo conoció en Colonia, nació en Lascano (Rocha) un 3 de junio de 1926 (pese a que anteriormente se creía, en base a versiones difundidas por Luis Neira y Washington Benavides, que su nacimiento había ocurrido en Montevideo por el año 1930). Hijo de Carlos Klapopemback y Rosita Allietti, fue el segundo de dos hermanos, Nacha la mayor y Carlos (Bobi) dos años menor que él. En setiembre de 1933 fallece su madre. A la edad de 7 años, Hemerson se traslada junto a sus hermanos a la ciudad de Colonia del Sacramento, donde vivirá en casa de sus tías maternas.
Desde ese momento, en contacto con la nueva ciudad, “miró las cosas con ojos de poeta. Las calles, los árboles, el cielo, el aire, las aguas, las frutas, las flores y las cosas se pintaron en palabras cargadas de dulzura y sencillez.
En 1934 ingresa a la Escuela Nº 1 terminando sus cursos en 1939. Movido por su fe religiosa asiste por dos años al Seminario Diocesano de Salto. Regresa a Colonia en 1942, efectuando estudios secundarios en el Liceo Departamental.
Ya con veinte años inicia en 1946 preparatorios de abogacía y medicina en la Universidad de la República. A la par, lleva a cabo la carrera Magisterial en la ciudad de Rosario. Contando con una buena voz, estudia canto en el coro de la señora Nilda Müller en Montevideo. En 1949 recibe su diploma de maestro, comenzando en Colonia su labor docente. El año siguiente lo encuentra dando clases en la escuela rural de Martín Chico. Pasa a la Escuela Nº 2 “José Pedro Varela” de Colonia en 1951 a la cual profesó un especial afecto. En la actualidad el Salón de Actos de esa institución lleva su nombre.
Para 1952 regresa en calidad de docente a la escuela de sus primeros estudios.
Durante 1952 y 1953 da clases de Idioma Español en el Liceo Departamental de Colonia y en el Instituto Magisterial de Rosario.
Con poemas que tenía escritos desde 1948, publica en Colonia en el año 1959 su libro “Antología”, el cual es editado de manera oficial en agosto de 1960 en Montevideo por la Editorial Letras. Acerca de este poemario, en una conferencia ofrecida en el Liceo Francés de Montevideo en noviembre de 1994, la escritora Patricia Díaz expresaría: “Recordando las huestes modernistas, “Antología” de Klaplembach guarda a mi entender, el goce sereno de los cielos sobre los campos, los tonos inmersos en una música leve, mezclando el conocimiento de los suyos, y no olvidando jamás sus regiones imaginadas y reales, cuadros pintados de matices humildes, de serenidad campestre, de ciudad al sur, al sur de la noche, al sur también como la dice: “Siempre al sur de mi destino”. Estos cuadros un tanto rústicos, de sencilla humildad, de serenidad, guardan a un Julio Herrera y Reissig, (como una de las vértebras de Klappembach) en la primera etapa del insigne escritor (Herrera y Reissig) resumida en sus 70 composiciones (más de la mitad de su obra) y recogidos en sus inolvidables Églogas de “Los Éxtasis de la Montaña”. Allí descansa Klappembach, en su primer libro de versos, observando “La siesta” Reissigniana, penetrado como el gran maestro al influjo greco-latino, que elevaba a la cima “la pléyade parnasiana de París”.
En 1961 abandona Colonia, marchando al Dpto. de Durazno, donde ejercerá la docencia como profesor de Idioma Español y Literatura hasta el año 1967. Ese año se traslada a Montevideo, desempeñándose en el liceo de Canelones.
Rondando el año 1977 ejerce su profesorado de Idioma Español y Literatura en el liceo de Colón en Montevideo. Trabaja en cursos para adultos en la zona del Cerro. Por ese tiempo, obtiene diversas menciones y premios en concursos de cuento y poesía. En 1983 publica su segundo libro de versos: “Las cuatro estaciones” (poemas serios para niños). En el prólogo del libro, Washington Benavides, citando a Leopoldo Lugones, establece: “Verdadero poeta es uno que nos comunica la emoción de belleza por medio del lenguaje musical.
Quiero decir con palabras adecuadas especialmente a ese fin y dispuestas de manera que canten”. En los años posteriores se agudizan sus estados depresivos y sus problemas de alcoholismo. Su refugio en esos instantes es la Iglesia Matriz, de Montevideo, reavivando una fe nunca ausente. Un año antes de su muerte, le entrega a su amigo, el maestro Luis Neira, varios cuentos inéditos. Por un accidente fallece en su apartamento de la calle Ramón Anador, el 15 de octubre de 1987.
En 1993 fue editado el libro póstumo “La Burbuja Roja” por la Editorial Monteverde, siendo la recopilación de Luis Neira.
(Reseña elaborada en base a las investigaciones realizadas por la Prof. Patricia Díaz y que apareciera en “Antología (sintética) de la Poesía Coloniense desde el Siglo XVIII a la actualidad” del Prof. Sebastián Rivero).
PLAZA DE TOROS
Castillo para una tarde.
Ventanales para un día.
¿De qué les valió la fiesta
si tan poco duraría”
¿Quién nombra a la tan hermosa
que se asomaba allá arriba?
Aire del Real de San Carlos
que entre álamos desfila
con claveles transparentes
y torcazas en cuadrilla.
Aire roto entre los arcos
de insigne melancolía.
En los medidos espacios
las telas que lo vestían
pendones, señas, pañuelos
se fueron cuando venían.
Todo se marchó en el río
inmóvil de la avenida.
Se fue el gualda, el blanco, el gules
palmas, redobles y risas.
Quién diría que en el ruedo
un tala se burlaría
creciendo como si nada
toreando pajarería.
Plaza del Real de San Carlos
antigua estrella dormida,
huerto cerrado del tiempo
templo de lunas perdidas.
Hemerson Klappembach – 1979.
El “chiquito” Klappembach, según se lo conoció en Colonia, nació en Lascano (Rocha) un 3 de junio de 1926 (pese a que anteriormente se creía, en base a versiones difundidas por Luis Neira y Washington Benavides, que su nacimiento había ocurrido en Montevideo por el año 1930). Hijo de Carlos Klapopemback y Rosita Allietti, fue el segundo de dos hermanos, Nacha la mayor y Carlos (Bobi) dos años menor que él. En setiembre de 1933 fallece su madre. A la edad de 7 años, Hemerson se traslada junto a sus hermanos a la ciudad de Colonia del Sacramento, donde vivirá en casa de sus tías maternas.
Desde ese momento, en contacto con la nueva ciudad, “miró las cosas con ojos de poeta. Las calles, los árboles, el cielo, el aire, las aguas, las frutas, las flores y las cosas se pintaron en palabras cargadas de dulzura y sencillez.
En 1934 ingresa a la Escuela Nº 1 terminando sus cursos en 1939. Movido por su fe religiosa asiste por dos años al Seminario Diocesano de Salto. Regresa a Colonia en 1942, efectuando estudios secundarios en el Liceo Departamental.
Ya con veinte años inicia en 1946 preparatorios de abogacía y medicina en la Universidad de la República. A la par, lleva a cabo la carrera Magisterial en la ciudad de Rosario. Contando con una buena voz, estudia canto en el coro de la señora Nilda Müller en Montevideo. En 1949 recibe su diploma de maestro, comenzando en Colonia su labor docente. El año siguiente lo encuentra dando clases en la escuela rural de Martín Chico. Pasa a la Escuela Nº 2 “José Pedro Varela” de Colonia en 1951 a la cual profesó un especial afecto. En la actualidad el Salón de Actos de esa institución lleva su nombre.
Para 1952 regresa en calidad de docente a la escuela de sus primeros estudios.
Durante 1952 y 1953 da clases de Idioma Español en el Liceo Departamental de Colonia y en el Instituto Magisterial de Rosario.
Con poemas que tenía escritos desde 1948, publica en Colonia en el año 1959 su libro “Antología”, el cual es editado de manera oficial en agosto de 1960 en Montevideo por la Editorial Letras. Acerca de este poemario, en una conferencia ofrecida en el Liceo Francés de Montevideo en noviembre de 1994, la escritora Patricia Díaz expresaría: “Recordando las huestes modernistas, “Antología” de Klaplembach guarda a mi entender, el goce sereno de los cielos sobre los campos, los tonos inmersos en una música leve, mezclando el conocimiento de los suyos, y no olvidando jamás sus regiones imaginadas y reales, cuadros pintados de matices humildes, de serenidad campestre, de ciudad al sur, al sur de la noche, al sur también como la dice: “Siempre al sur de mi destino”. Estos cuadros un tanto rústicos, de sencilla humildad, de serenidad, guardan a un Julio Herrera y Reissig, (como una de las vértebras de Klappembach) en la primera etapa del insigne escritor (Herrera y Reissig) resumida en sus 70 composiciones (más de la mitad de su obra) y recogidos en sus inolvidables Églogas de “Los Éxtasis de la Montaña”. Allí descansa Klappembach, en su primer libro de versos, observando “La siesta” Reissigniana, penetrado como el gran maestro al influjo greco-latino, que elevaba a la cima “la pléyade parnasiana de París”.
En 1961 abandona Colonia, marchando al Dpto. de Durazno, donde ejercerá la docencia como profesor de Idioma Español y Literatura hasta el año 1967. Ese año se traslada a Montevideo, desempeñándose en el liceo de Canelones.
Rondando el año 1977 ejerce su profesorado de Idioma Español y Literatura en el liceo de Colón en Montevideo. Trabaja en cursos para adultos en la zona del Cerro. Por ese tiempo, obtiene diversas menciones y premios en concursos de cuento y poesía. En 1983 publica su segundo libro de versos: “Las cuatro estaciones” (poemas serios para niños). En el prólogo del libro, Washington Benavides, citando a Leopoldo Lugones, establece: “Verdadero poeta es uno que nos comunica la emoción de belleza por medio del lenguaje musical.
Quiero decir con palabras adecuadas especialmente a ese fin y dispuestas de manera que canten”. En los años posteriores se agudizan sus estados depresivos y sus problemas de alcoholismo. Su refugio en esos instantes es la Iglesia Matriz, de Montevideo, reavivando una fe nunca ausente. Un año antes de su muerte, le entrega a su amigo, el maestro Luis Neira, varios cuentos inéditos. Por un accidente fallece en su apartamento de la calle Ramón Anador, el 15 de octubre de 1987.
En 1993 fue editado el libro póstumo “La Burbuja Roja” por la Editorial Monteverde, siendo la recopilación de Luis Neira.
(Reseña elaborada en base a las investigaciones realizadas por la Prof. Patricia Díaz y que apareciera en “Antología (sintética) de la Poesía Coloniense desde el Siglo XVIII a la actualidad” del Prof. Sebastián Rivero).
PLAZA DE TOROS
Castillo para una tarde.
Ventanales para un día.
¿De qué les valió la fiesta
si tan poco duraría”
¿Quién nombra a la tan hermosa
que se asomaba allá arriba?
Aire del Real de San Carlos
que entre álamos desfila
con claveles transparentes
y torcazas en cuadrilla.
Aire roto entre los arcos
de insigne melancolía.
En los medidos espacios
las telas que lo vestían
pendones, señas, pañuelos
se fueron cuando venían.
Todo se marchó en el río
inmóvil de la avenida.
Se fue el gualda, el blanco, el gules
palmas, redobles y risas.
Quién diría que en el ruedo
un tala se burlaría
creciendo como si nada
toreando pajarería.
Plaza del Real de San Carlos
antigua estrella dormida,
huerto cerrado del tiempo
templo de lunas perdidas.
Hemerson Klappembach – 1979.
Dr. Carlos Martínez Moreno: Abogado penalista, escritor, catedrático, crítico de teatro. A lo largo de su carrera recibió premios nacionales e internacionales. A su deceso el Senado de la República le hizo un homenaje, publicando una recopilación de su obra. El prólogo del primer volumen dice: “Este primer volumen contiene trabajos predominantemente jurídicos del inolvidable escritor, jurista y ciudadano Carlos Martínez Moreno, a nuestro juicio, uno de los más grandes entre los escritores, juristas y ciudadanos, que han nacido en el Uruguay”.
Los padres de Carlos Martínez Moreno vivían en el Paraje El General, cuando él nació. Los abuelos maternos vivían en Colonia, General Flores 360, donde hoy funciona el Banco Comercial. Eran el Escribano Eduardo Moreno y Dolores Riverós.
Carlos Martínez Moreno nació en Colonia del Sacramento, el 1º de setiembre de 1917.
Periodista, narrador, crítico teatral y literario, abogado criminalista y –en sus últimos años-, profesor universitario, incidió activamente en la vida intelectual del Uruguay de las últimas cuatro décadas. Como periodista, trabajó en distintos órganos de prensa, como los diarios El País, La Mañana, El Diario; colaboró asimismo en diversas revistas literarias y escribió en el semanario Marcha, con algunos interregnos, desde 1942 hasta la clausura del mismo.
Integrante de lo que dio en llamarse “Generación del 45”, su obra narrativa incluye volúmenes de cuentos: Los días por vivir (1960), Cordelia (1961), Los aborígenes (1964), La sirena y otros relatos (1968), Los prados de la conciencia (1968), Las bebidas azules (1969), Animal de palabras (publicado en 1987), y novelas: El paredón (1963), La otra mitad (1966), Con las primeras luces (1966), Coca (1970), Tierra en la boca (1974) y El color que el infierno me escondiera (1981).
Como abogado, se dedicó desde el comienzo de su carrera profesional al ejercicio de la defensa de los más desvalidos, siendo defensor de oficio en lo Penal (hasta 1975) y de Menores (desde esa fecha hasta 1977). En tal carácter desarrolló una labor que lo consagró como uno de los más importantes penalistas uruguayos, habiendo producido tesis doctrinales que modificaron, en ocasiones, la jurisprudencia nacional.
Cuando sobrevino el descaecimiento de la institucionalidad en el Uruguay, volcó todas sus fuerzas a la defensa de las instituciones –ya sea en el foro o en sus artículos periodísticos y de los presos políticos, sin admitir por ello ningún género de retribución. De algunos de sus trabajos durante ese período da cuenta el primer volumen de esta colección, donde se incluyen dos informes in voce pronunciados ante la Suprema Corte de Justicia, que son, independientemente de su valor intrínseco, admirables piezas de oratoria forense.
Carlos Martínez Moreno se consideraba a sí mismo, por sobre todas las cosas, un escritor. A título anecdótico, en sus tarjetas de visita omitía la palabra “doctor”, pues decía que, si alguna vez fuese recordado, quería serlo como escritor. Sin embargo, su gran pasión por la justicia lo llevó invariablemente a posponer su obra de creación literaria, para estar allí donde los valores de la libertad y la defensa de los derechos humanos lo reclamasen.
En enero de 1975 viajó a España y realizó una gira de conferencias sobre literatura latinoamericana, invitado por varias de las más prestigiosas universidades de aquel país. Al cabo de ese ciclo, le fue ofrecida la Cátedra de Conferencias en la Universidad de Madrid, ello constituía a la vez un honor y la posibilidad de vivir sin apremios en España. Martínez Moreno era en esa época el abogado defensor de numerosos presos de conciencia en el Uruguay; declinó sin siquiera considerar la propuesta de la Universidad de Madrid, aduciendo que jamás abandonaría a sus defendidos.
En 1977 debió partir al exilio. Murió en México, el 21 de febrero de 1986, luego de haber formado –como
profesor universitario- en el estudio y la investigación a muchos jóvenes, que hoy continúan su magisterio.
Los padres de Carlos Martínez Moreno vivían en el Paraje El General, cuando él nació. Los abuelos maternos vivían en Colonia, General Flores 360, donde hoy funciona el Banco Comercial. Eran el Escribano Eduardo Moreno y Dolores Riverós.
Carlos Martínez Moreno nació en Colonia del Sacramento, el 1º de setiembre de 1917.
Periodista, narrador, crítico teatral y literario, abogado criminalista y –en sus últimos años-, profesor universitario, incidió activamente en la vida intelectual del Uruguay de las últimas cuatro décadas. Como periodista, trabajó en distintos órganos de prensa, como los diarios El País, La Mañana, El Diario; colaboró asimismo en diversas revistas literarias y escribió en el semanario Marcha, con algunos interregnos, desde 1942 hasta la clausura del mismo.
Integrante de lo que dio en llamarse “Generación del 45”, su obra narrativa incluye volúmenes de cuentos: Los días por vivir (1960), Cordelia (1961), Los aborígenes (1964), La sirena y otros relatos (1968), Los prados de la conciencia (1968), Las bebidas azules (1969), Animal de palabras (publicado en 1987), y novelas: El paredón (1963), La otra mitad (1966), Con las primeras luces (1966), Coca (1970), Tierra en la boca (1974) y El color que el infierno me escondiera (1981).
Como abogado, se dedicó desde el comienzo de su carrera profesional al ejercicio de la defensa de los más desvalidos, siendo defensor de oficio en lo Penal (hasta 1975) y de Menores (desde esa fecha hasta 1977). En tal carácter desarrolló una labor que lo consagró como uno de los más importantes penalistas uruguayos, habiendo producido tesis doctrinales que modificaron, en ocasiones, la jurisprudencia nacional.
Cuando sobrevino el descaecimiento de la institucionalidad en el Uruguay, volcó todas sus fuerzas a la defensa de las instituciones –ya sea en el foro o en sus artículos periodísticos y de los presos políticos, sin admitir por ello ningún género de retribución. De algunos de sus trabajos durante ese período da cuenta el primer volumen de esta colección, donde se incluyen dos informes in voce pronunciados ante la Suprema Corte de Justicia, que son, independientemente de su valor intrínseco, admirables piezas de oratoria forense.
Carlos Martínez Moreno se consideraba a sí mismo, por sobre todas las cosas, un escritor. A título anecdótico, en sus tarjetas de visita omitía la palabra “doctor”, pues decía que, si alguna vez fuese recordado, quería serlo como escritor. Sin embargo, su gran pasión por la justicia lo llevó invariablemente a posponer su obra de creación literaria, para estar allí donde los valores de la libertad y la defensa de los derechos humanos lo reclamasen.
En enero de 1975 viajó a España y realizó una gira de conferencias sobre literatura latinoamericana, invitado por varias de las más prestigiosas universidades de aquel país. Al cabo de ese ciclo, le fue ofrecida la Cátedra de Conferencias en la Universidad de Madrid, ello constituía a la vez un honor y la posibilidad de vivir sin apremios en España. Martínez Moreno era en esa época el abogado defensor de numerosos presos de conciencia en el Uruguay; declinó sin siquiera considerar la propuesta de la Universidad de Madrid, aduciendo que jamás abandonaría a sus defendidos.
En 1977 debió partir al exilio. Murió en México, el 21 de febrero de 1986, luego de haber formado –como
profesor universitario- en el estudio y la investigación a muchos jóvenes, que hoy continúan su magisterio.
Francisco Espínola: Nació en la ciudad de San José, el 4 de octubre de 1901. Cursó estudios primarios y secundarios. En Montevideo comenzó preparatorias de medicina las que no concluyó. Como muchas personas que se han destacado en determinadas disciplinas, Espínola tuvo un hobby, estudió violín.
Ejecutando este instrumento, llegó a dar un recital cuando contaba con solo 14 años en la localidad de Libertad.
En 1920 se produce un hecho que sería factor determinante en su dedicación a la literatura. Conoce al destacado escritor Javier de Viana con el que establece una relación de amistad. Es así como poco después, en 1922 publica su primer cuento, titulado “Visita de duelo”.
En 1926 aparece su primer libro “Raza Ciega”. En 1930 se publica su libro de cuentos para niños “saltoncito”.
En 1933 ve la luz su obra más famosa “Sombras sobre la tierra”, un aguafuerte del submundo del bajo fondo maragato de la época.
Incursiona en la dramaturgia, publicando en 1937 una obra teatral: “La fuga en el espejo”. En 1953 publica otra obra para teatro: “La joven del bosque”, que obtiene un premio literario.
Hay un paréntesis que se interrumpe a principio de los años 50. Aparecen sucesivamente, “El rapto y otros cuentos”, “Milón o el ser del circo”. En 1963 obtiene el Gran Premio Nacional de Literatura. El último libro fue “Don Juan el Zorro” que es editado en 1968. Luego de su fallecimiento se edita “Veladas del fogón”, siendo una recopilación de cuentos publicados en 1935 en el suplemento del diario argentino Crítica.
Paralelamente a su actividad literaria ejerció la docencia. Es así que da clases de literatura en varios liceos. Es profesor de Lenguaje en el Instituto Normal y de Composición Literaria y Estilística en la Facultad de Humanidades. A la vez daba cátedra radial y televisiva, mediante charlas y cursillos. En el canal 5 desarrolló un ciclo sobre Cervantes.
Actuó a nivel internacional siendo delegado del Uruguay en un congreso mundial de intelectuales, realizado en Checoslovaquia en el año 1948. En 1958 integra la delegación uruguaya a la X Conferencia de UNESCO en su sede de París.
En 1953 le toca intervenir en un episodio totalmente ajeno a sus actividades normales. Se produce un levantamiento armado, contra la dictadura del Dr. Gabriel Terra. Espínola se une a los revolucionarios y es hecho prisionero. Desde su cautiverio escribe una carta al filósofo Dr. Carlos Vaz Ferreira que alcanzó gran notoriedad, por los conceptos que ella vierte.
Paquito era un narrador nato, animando ruedas y tertulias con cuentos y anécdotas, que decía con gran gracejo, por lo general sobre el tema del campo. Hablaba con tono grave, mientras fumaba un cigarrillo tras otro, sostenidos por una boquilla.
Era un hombre muy sensible hacia los desamparados, debido a la influencia cristiana que predominaba en su familia.
El propio Espínola era una fuente de anécdotas. Un día estaba con un grupo de amigos haciendo cuentos y recitando algún verso. Comenzó a decir una poesía suya que comenzaba con las palabras “Se me iba, se me iba…”
Les dijo y se detuvo. No recordaba como seguía y luego de una pequeña vacilación dijo “Se me fue”.
De los muchos juicios críticos emitidos con motivo de su fallecimiento, el 16 de junio de 1973, tomamos una parte del que expresó Emir Rodríguez Monegal: “Sin Espínola sería difícil entender la evolución de la narrativa uruguaya. Pocas veces, un autor y sus libros han tenido tan larga descendencia”.
(Escrito por Daniel Ramela)
Ejecutando este instrumento, llegó a dar un recital cuando contaba con solo 14 años en la localidad de Libertad.
En 1920 se produce un hecho que sería factor determinante en su dedicación a la literatura. Conoce al destacado escritor Javier de Viana con el que establece una relación de amistad. Es así como poco después, en 1922 publica su primer cuento, titulado “Visita de duelo”.
En 1926 aparece su primer libro “Raza Ciega”. En 1930 se publica su libro de cuentos para niños “saltoncito”.
En 1933 ve la luz su obra más famosa “Sombras sobre la tierra”, un aguafuerte del submundo del bajo fondo maragato de la época.
Incursiona en la dramaturgia, publicando en 1937 una obra teatral: “La fuga en el espejo”. En 1953 publica otra obra para teatro: “La joven del bosque”, que obtiene un premio literario.
Hay un paréntesis que se interrumpe a principio de los años 50. Aparecen sucesivamente, “El rapto y otros cuentos”, “Milón o el ser del circo”. En 1963 obtiene el Gran Premio Nacional de Literatura. El último libro fue “Don Juan el Zorro” que es editado en 1968. Luego de su fallecimiento se edita “Veladas del fogón”, siendo una recopilación de cuentos publicados en 1935 en el suplemento del diario argentino Crítica.
Paralelamente a su actividad literaria ejerció la docencia. Es así que da clases de literatura en varios liceos. Es profesor de Lenguaje en el Instituto Normal y de Composición Literaria y Estilística en la Facultad de Humanidades. A la vez daba cátedra radial y televisiva, mediante charlas y cursillos. En el canal 5 desarrolló un ciclo sobre Cervantes.
Actuó a nivel internacional siendo delegado del Uruguay en un congreso mundial de intelectuales, realizado en Checoslovaquia en el año 1948. En 1958 integra la delegación uruguaya a la X Conferencia de UNESCO en su sede de París.
En 1953 le toca intervenir en un episodio totalmente ajeno a sus actividades normales. Se produce un levantamiento armado, contra la dictadura del Dr. Gabriel Terra. Espínola se une a los revolucionarios y es hecho prisionero. Desde su cautiverio escribe una carta al filósofo Dr. Carlos Vaz Ferreira que alcanzó gran notoriedad, por los conceptos que ella vierte.
Paquito era un narrador nato, animando ruedas y tertulias con cuentos y anécdotas, que decía con gran gracejo, por lo general sobre el tema del campo. Hablaba con tono grave, mientras fumaba un cigarrillo tras otro, sostenidos por una boquilla.
Era un hombre muy sensible hacia los desamparados, debido a la influencia cristiana que predominaba en su familia.
El propio Espínola era una fuente de anécdotas. Un día estaba con un grupo de amigos haciendo cuentos y recitando algún verso. Comenzó a decir una poesía suya que comenzaba con las palabras “Se me iba, se me iba…”
Les dijo y se detuvo. No recordaba como seguía y luego de una pequeña vacilación dijo “Se me fue”.
De los muchos juicios críticos emitidos con motivo de su fallecimiento, el 16 de junio de 1973, tomamos una parte del que expresó Emir Rodríguez Monegal: “Sin Espínola sería difícil entender la evolución de la narrativa uruguaya. Pocas veces, un autor y sus libros han tenido tan larga descendencia”.
(Escrito por Daniel Ramela)
LA JUNTA DEPARTAMENTAL DE COLONIA
ACUERDA Y DECRETA:
Articulo 1º. DESIGNASE con los nombres de: ANÍBAL RIVERÓS TULA, Maestro ADOLFO RODRÍGUEZ MALLARINI, Maestro HEMERSON KLAPPEMBACH ALLIETTI, Dr. CARLOS MARTÍNEZ MORENO y FRANCISCO ESPÍNOLA, a las actuales calles identificadas con los números 223 (que va desde la calle Nº 212 a Tula Suárez de Cutinella), 212 (que va de la Nº 225 a Eloy Perazza), 214 (hasta su intersección con Eloy Perazza), 216 (hasta su intersección con Eloy Perazza), y 218 (entre Nos. 225 y 223), respectivamente, ubicadas en el Real de San Carlos de esta ciudad.
Articulo 2º. Comuníquese e insértese en el Libro de Decretos de la Junta Departamental.
SALA DE SESIONES de la Junta Departamental, a diecinueve de setiembre de dos mil tres.
Dr. ALBERTO BADARACCO, Presidente.
NELSON OYOLA, Secretario General.
Publicado Diario Oficial Nº 26.406 de 17/12/2003.