Colonia del Sacramento, 6 de setiembre de 2002.
Sr. Presidente de la Junta Departamental de Colonia
Edil Richard Cáceres
Edil Richard Cáceres
Sr. Presidente:
Adjuntamos Proyecto de Decreto referente a la designación de un espacio público destinado a Juegos Infantiles, en la ciudad de Colonia del Sacramento, con el nombre de Dionisio Díaz.
Sin otro particular, lo saludamos a Ud. muy atentamente. Siguen 92 firmas.
Adjuntamos Proyecto de Decreto referente a la designación de un espacio público destinado a Juegos Infantiles, en la ciudad de Colonia del Sacramento, con el nombre de Dionisio Díaz.
Sin otro particular, lo saludamos a Ud. muy atentamente. Siguen 92 firmas.
EXPOSICIÓN DE MOTIVOS
“Dionisio Díaz es un niño uruguayo que nació en un rancho perdido en nuestros campos.
Por su amor a la vida, por su sacrificio, su coraje, su silencio frente al dolor, es un representante arquetípico de nuestra historia.”
Dionisio Díaz, fruto de María Díaz y su primer amor –un hombre con fama de valiente, aunque amante de la libertad y la aventura- integraba una familia de chacareros del Departamento de Treinta y Tres.
Un pequeño arroyo, El Oro, afluente del Río Cebollatí da nombre al paraje, no muy distante del pueblo Mendizábal.
Ocupaban los ranchos de la familia, Dionisio, su madre, el abuelo Juan Díaz, hombre tosco y silencioso, el tío Eduardo y Marina, su hermanita de pocos meses.
La soledad del campo, el duro trabajo rutinario, las noches silenciosas sin cuentos y sin cantos, componían el escenario donde creció Dionisio.
Imaginamos a la joven madre abrumada por las obligaciones, angustiada por el mutismo creciente de su padre.
Se cuenta que era Eduardo (hijastro del abuelo) el único que reconocía en Dionisio su condición de niño, le regalaba pequeños juguetes de madera que él mismo tallaba, le hablaba y escuchaba, fomentando así la sensibilidad que ya era natural en su sobrino. El niño, integrado desde siempre a su hábitat, era él mismo un elemento más de la naturaleza.
Los árboles conformaban su parque de juegos y eran los animales, sus compañeros. A todos sentíalos sus hermanos como lo demuestran testimonios de la época, que nos lo representan como poseedor de lo que hoy llamamos una firme conciencia ecológica.
Era el mes de mayo del año 1929, el mismo día que Dionisio cumplía sus nueve años, cuando ocurrió la tragedia. Al caer la noche, el abuelo, perdida definitivamente la razón, atacó a María manifestando la intención de aniquilar a todos.
Dionisio fue gravemente herido, al interponerse entre su madre y el cuchillo letal. Logró contender sus tejidos desgarrados y, a puro instinto y corazón, pudo envolver a su hermanita en un abrazo que duraría hasta su propia muerte.
Poco después, tras el enfrentamiento de los hombres, la vida de la familia Díaz sólo palpitaba en los dos niños.
Junto al cadáver de su tío pasaron esa interminable noche de mayo, tan silenciosa y oscura como suelen ser las noches de nuestro campo.
Con el primer canto de los gallos comenzó el viaje al pueblo, el primero de Dionisio que, con su hermanita en brazos, tal vez presentía que eran ésos sus últimos pasos.
Fue el coraje que lo guió y, “tajeándose en los pajares, bordeando el monte, hundiéndose en los pantanos” caminó siete quilómetros hacia su destino. Su sentido común lo condujo al lugar adecuado: aquél donde Marina quedaría a salvo y donde las autoridades oirían su historia.
“Y después se fue del tiempo…”
Y en ese mismo momento, su pequeña figura dorada, destellando energía, comenzó a recorrer la patria, llevada por la voz de nuestros criollos, de fogón en fogón primero, en letra impresa, en melodías y en las imágenes de la filmografía nacional, más tarde.
Se nominaron Escuelas y plazas con su nombre, se construyeron monumentos y todos los niños uruguayos lo conocieron. Luego….parece desdibujarse su memoria.
Afirmaba Serafín J. García en el año 1947 que el acto heroico de DIONISIO no tenía parangón en la historia ni en la literatura.
Ya en el siglo XXI, podemos afirmar lo mismo. Los medios de comunicación masiva constantemente nos aproximan a tragedias que ocurren en todo el orbe, pero no conocemos ninguna otra historia real como la de DIONISIO.
Se encuentra en él un valor primigenio: el amor filial. Su amor a la tierra, la valentía de un niño que se hizo hombre en una noche, el sacrificio, completan esta figura ética arquetípica que todos los niños merecen conocer.
Y fueron ellos, los niños colonienses que redescubrieron a DIONISIO, recreando su historia en ocasión del 21º Concurso de Cuentos Infantiles. Niños de su edad, niños urbanos que leen libros, ven televisión y usan computadoras, niños del siglo XXI lo sienten en la piel y el corazón; a través de sus voces nuevas, los adultos hemos reencontrado al PEQUEÑO HÉROE DEL ARROYO DE ORO.
En esta época en la que sorprende y golpea la manifestación de contravalores a nivel mundial, en estos días cuando muchos adultos enfatizamos los valores éticos desde los hogares y las aulas, los propios niños han encontrado su héroe: no es mediático ni posee poderes mágicos; vivió en nuestro campo, habló nuestro idioma y, cuando el Uruguay se preparaba para mostrar al mundo su hazaña deportiva de 1930, él, silenciosa y dolorosamente, dejó su herencia de amor filial.
Es necesario PROYECTAR su historia hacia el futuro, inscribiendo su nombre en nuestra ciudad, porque siempre habrá un niño que pregunte al verlo: ¿Quién es DIONISIO DÍAZ? Y un adulto (un niño de hoy) responderá:
DIONISIO ES UN NIÑO URUGUAYO; TENÍA LOS OJOS CELESTES Y VIVÍA EN EL CAMPO….
Por su amor a la vida, por su sacrificio, su coraje, su silencio frente al dolor, es un representante arquetípico de nuestra historia.”
Dionisio Díaz, fruto de María Díaz y su primer amor –un hombre con fama de valiente, aunque amante de la libertad y la aventura- integraba una familia de chacareros del Departamento de Treinta y Tres.
Un pequeño arroyo, El Oro, afluente del Río Cebollatí da nombre al paraje, no muy distante del pueblo Mendizábal.
Ocupaban los ranchos de la familia, Dionisio, su madre, el abuelo Juan Díaz, hombre tosco y silencioso, el tío Eduardo y Marina, su hermanita de pocos meses.
La soledad del campo, el duro trabajo rutinario, las noches silenciosas sin cuentos y sin cantos, componían el escenario donde creció Dionisio.
Imaginamos a la joven madre abrumada por las obligaciones, angustiada por el mutismo creciente de su padre.
Se cuenta que era Eduardo (hijastro del abuelo) el único que reconocía en Dionisio su condición de niño, le regalaba pequeños juguetes de madera que él mismo tallaba, le hablaba y escuchaba, fomentando así la sensibilidad que ya era natural en su sobrino. El niño, integrado desde siempre a su hábitat, era él mismo un elemento más de la naturaleza.
Los árboles conformaban su parque de juegos y eran los animales, sus compañeros. A todos sentíalos sus hermanos como lo demuestran testimonios de la época, que nos lo representan como poseedor de lo que hoy llamamos una firme conciencia ecológica.
Era el mes de mayo del año 1929, el mismo día que Dionisio cumplía sus nueve años, cuando ocurrió la tragedia. Al caer la noche, el abuelo, perdida definitivamente la razón, atacó a María manifestando la intención de aniquilar a todos.
Dionisio fue gravemente herido, al interponerse entre su madre y el cuchillo letal. Logró contender sus tejidos desgarrados y, a puro instinto y corazón, pudo envolver a su hermanita en un abrazo que duraría hasta su propia muerte.
Poco después, tras el enfrentamiento de los hombres, la vida de la familia Díaz sólo palpitaba en los dos niños.
Junto al cadáver de su tío pasaron esa interminable noche de mayo, tan silenciosa y oscura como suelen ser las noches de nuestro campo.
Con el primer canto de los gallos comenzó el viaje al pueblo, el primero de Dionisio que, con su hermanita en brazos, tal vez presentía que eran ésos sus últimos pasos.
Fue el coraje que lo guió y, “tajeándose en los pajares, bordeando el monte, hundiéndose en los pantanos” caminó siete quilómetros hacia su destino. Su sentido común lo condujo al lugar adecuado: aquél donde Marina quedaría a salvo y donde las autoridades oirían su historia.
“Y después se fue del tiempo…”
Y en ese mismo momento, su pequeña figura dorada, destellando energía, comenzó a recorrer la patria, llevada por la voz de nuestros criollos, de fogón en fogón primero, en letra impresa, en melodías y en las imágenes de la filmografía nacional, más tarde.
Se nominaron Escuelas y plazas con su nombre, se construyeron monumentos y todos los niños uruguayos lo conocieron. Luego….parece desdibujarse su memoria.
Afirmaba Serafín J. García en el año 1947 que el acto heroico de DIONISIO no tenía parangón en la historia ni en la literatura.
Ya en el siglo XXI, podemos afirmar lo mismo. Los medios de comunicación masiva constantemente nos aproximan a tragedias que ocurren en todo el orbe, pero no conocemos ninguna otra historia real como la de DIONISIO.
Se encuentra en él un valor primigenio: el amor filial. Su amor a la tierra, la valentía de un niño que se hizo hombre en una noche, el sacrificio, completan esta figura ética arquetípica que todos los niños merecen conocer.
Y fueron ellos, los niños colonienses que redescubrieron a DIONISIO, recreando su historia en ocasión del 21º Concurso de Cuentos Infantiles. Niños de su edad, niños urbanos que leen libros, ven televisión y usan computadoras, niños del siglo XXI lo sienten en la piel y el corazón; a través de sus voces nuevas, los adultos hemos reencontrado al PEQUEÑO HÉROE DEL ARROYO DE ORO.
En esta época en la que sorprende y golpea la manifestación de contravalores a nivel mundial, en estos días cuando muchos adultos enfatizamos los valores éticos desde los hogares y las aulas, los propios niños han encontrado su héroe: no es mediático ni posee poderes mágicos; vivió en nuestro campo, habló nuestro idioma y, cuando el Uruguay se preparaba para mostrar al mundo su hazaña deportiva de 1930, él, silenciosa y dolorosamente, dejó su herencia de amor filial.
Es necesario PROYECTAR su historia hacia el futuro, inscribiendo su nombre en nuestra ciudad, porque siempre habrá un niño que pregunte al verlo: ¿Quién es DIONISIO DÍAZ? Y un adulto (un niño de hoy) responderá:
DIONISIO ES UN NIÑO URUGUAYO; TENÍA LOS OJOS CELESTES Y VIVÍA EN EL CAMPO….
LA JUNTA DEPARTAMENTAL DE COLONIA
ACUERDA Y DECRETA:
Articulo 1º. DESIGNASE con el nombre “DIONISIO DÍAZ” al espacio público destinado a juegos infantiles, existente en la esquina de calle Dr. Daniel Fosalba y Rambla Cristóbal Colón de la ciudad de Colonia del Sacramento.
Articulo 2º. Comuníquese e insértese en el Libro de Decretos de la Junta Departamental.
SALA DE SESIONES de la Junta Departamental, a veinticinco de julio de dos mil tres.
Dr. ALBERTO BADARACCO, Presidente.
GLADYS MARTÍNEZ, Secretaria General.