Colonia, 21 de agosto de 1943.
 
A la Junta:
Recogiendo y llevando a la práctica una iniciativa de la Asamblea anual del Comité Patriótico de la Ciudad de Rosario, que en su última sesión, acordó rendir un homenaje al fundador de la ciudad, Don Benito Herosa, el próximo 12 de octubre, venimos a presentar el adjunto proyecto de decreto por el que se dispone el cambio del actual nombre de “Constitución” que lleva la plaza principal de aquella localidad, por el de “Plaza Benito Herosa”.
Todas las poblaciones honran la memoria de sus fundadores, cuando menos, en la nomenclatura de sus plazas, calles o paseos. En Rosario no existe ningún recuerdo de carácter público de su fundador y a salvar ese olvido, conforme a la voluntad expresada en la Asamblea Popular antes citada, se dirige este proyecto.
Cuando surgen las primeras manifestaciones precursoras de aquella ciudad ya estaban lejos los tiempos de la conquista y sus hechos históricos, de otra condición eran los hombres que actuaban, ni guerreros, ni aventureros, hombres de paz y de trabajo, menestrales y labriegos, sencillos y humildes, temerosos de Dios según el acentuado espíritu religiosos de la época, leales al Rey que era lejana esperanza de protección contra la común arbitrariedad de las autoridades lugareñas, pesando sobre sus destinos, la soledad de la tierra despoblada que los aislaba, la hostilidad del aborigen como latente amenaza y la pobreza de los desposeídos que les acosaban. Sus problemas eran, la seguridad personal, el cumplimiento de los deberes religiosos y apuntaba también una aspiración de cultura mínima. Eran, su solución, la guardia militar, la iglesia y la escuela de primeras letras. Y bajo esos tres signos nació Rosario.
El Obispo de Buenos Aires, Dr. Don Manuel Antonio de la Torre, entra a nuestro desierto territorio a fines de 1772 en visita pastoral y recorre “los pagos de la otra Banda del Uruguay y Río de la Plata”, hallando, dice en su informe, una gran escasez de Ministros para el “pasto espiritual” de las almas y en especial agrega, en el “Partido llamado del Río del Rosario”, por lo que dispone la erección de una Capilla.
Ya en lugar cercano a aquel en que la Capilla había de levantarse, próximo a la “Estancia del Rey”, existía una guardia de la que era Capitán Don Juan José González de Melo.
Las Leyes de Indias preveían, que cuando se tratare de construir o de reparar Iglesias, los fondos a esos fines destinados, fueren manejados por personas legas que recibían el título de Mayordomo Ecónomo.
Don Benito Herosa, vecino a la sazón de las costas del Rosario y del Cufré, fue el elegido para aquel cargo en cuanto a la Capilla a erigirse y propuesto por el Obispo, fue su nombramiento, confirmado por el Gobernador y Vice Real Patrono de Buenos Aires, el 17 de mayo de 1773.
Bien pronto la Capillita cobró forma tosca y humilde en una construcción de pelo a pique y quincha de paja y junto con la guardia o puesto militar, proveían, la una, a la seguridad personal y ambas daban el primer eslabón en el agrupamiento de los antes dispersos vecinos.
Y se manifiesta entonces entre aquellas buenas gentes el deseo de organizarse, de dar cohesión al pequeño inicio de vida comunal. buscando en la situación de una nueva villa, aliviar su pobreza, eliminar la desunión y la discordia, tener tierras de “pan llevar” y hacer presente a las altas autoridades la “necesidad que nos ocurre para la enseñanza de primeras letras a nuestros hijos”.
Es Herosa nuevamente, el designado para dar cima a la obra. Desde ese instante se consagra a su realización, sin medir sacrificios, luchando contra la inercia de la autoridad, contra la avaricia y las influencias de los poderosos, contra todo lo que opone obstáculo al nacimiento y arraigo de la Nueva Villa de Nuestra Señora del Rosario, Cabeza del Partido que habría de extenderse, desde el Arroyo Cufré, límite con la jurisdicción de la Gobernación de Montevideo, Río de la Plata hasta la Barra de San Juan, Arroyo de los Migueletes, lindando con las tierras que habían poseído los expulsos Regulares de la Compañía de Jesús y al fondo, el Arroyo Grande y el Cerro de Ojollmín.
Formula Herosa, a quien, en 12 de marzo y 11 de julio de 1774, han dado poderes e instrucciones sus convecinos y en cuyas instrucciones se hace la expresa referencia arriba aludida de la creación de la Escuela de primeras letras, los petitorios del caso ante el Sr. Gobernador de Buenos Aires, agita personalmente el expediente, solicita privilegios para los pobladores, describe con calor y colorido como ha de ser, según lo imagina, la Nueva Villa en todos sus detalles, discute con el Teniente General y Auditor de Guerra de la Gobernación que le opone reparos; obtiene un informe favorable del muy ilustre Cabildo, Justicia y Regimiento de la Ciudad de Buenos Aires, que ejerce jurisdicción sobre estas tierras, el que en fecha 29 de noviembre de 1774 aconseja se acceda a la creación de la Nueva Villa y al fin el 24 de enero de 1775, el Señor Gobernador Don Juan José de Vértiz y Salcedo, pone a la solicitud de Herosa su “Conformado”, dando sello oficial a la existencia de la Nueva Villa de Nuestra Señora del Rosario, concediendo por otra resolución posterior del 4 de febrero del mismo año y a gestión de Herosa, las tierras necesarias a los pobladores, para sus casas, Plaza y Ejido.
Se procede luego a la mensura y deslinde de las tierras y nombrado para esa operación el Piloto Don Pablo Franco, se celebra el 11 de setiembre de 1775, Junta de vecinos a la que asisten Benito Herosa, Juan José de Melo, José Rodríguez, Juan Blas González, José de Bedoya, Diego González, Lorenzo Santuchos, Pascual Martínez, Juan Rodríguez Coutiño, Luis Morales, Francisco Morales, Andrés de la Quintana, Alejandro de los Reyes, José Marreros, Anacleto Santuchos, Francisco Suárez, Tomás Rodríguez, Victorino Gómez y Francisco Domínguez, en cuya Junta da cuenta Herosa de las diligencias corridas, se admite y acepta como vecino a Don José Quintana (quien va a ser el primer Maestro, Notario Eclesiástico y Secretario de Juntas) y se designan las autoridades que han de presidir la mensura. Dio comienzo ésta en la Barra del Cufré el 13 del mismo mes y continuó por los límites antes expresados del Partido, hasta que el día 39, se midió el Ejido y se colocaron, como signo material y jurídico del alfoz de la Nueva Villa, los cuatro marcos de su traza, diciéndose en la parte final del acta que constata el hecho: “Igualmente se hizo la delineación de la Villa en los mismo términos que constan en los pedimentos de nuestro apoderado y Primero Fundador Don Benito Herosa”.
Coincide la época de la fundación de Rosario (segunda población, en el tiempo dentro del actual territorio de nuestro Departamento) con la transformación que va a operarse en el medio rural, pasando de las vaquerías a las primitivas estancias, con apropiación de la tierra de los rincones formados por los ríos y arroyos para encerrar el ganado sobre el cual y por extensión sobre la tierra, se ejerce dominio.
Desde 1752 los Bethlemitas, orden religiosa, tenían, por concesión de la Real Audiencia, el uso de los terrenos realengos comprendidos entre el Arroyo del Rosario, Río de la Plata y Arroyo Sauce y en el fondo el Corral del Rey y era también poblador de antiguo, en esa misma comarca Don Félix Sánchez.
Iniciada la apropiación de la tierra se lanzan a obtener su población y reconocimiento en extensiones desmedidas algunos de los propios vecinos de la Nueva Villa, en forma tal, que amenazan despojar a los demás y convertirse en vasallos.
Herosa toma partido por los desposeídos y en enérgicos términos, que realizan su alto espíritu de justicia una exacta visión, se dirige al Virrey denunciando a los usurpadores. Lentamente se desenvuelve el proceso y al fin se obtiene del Virrey, en auto de 12 de junio de 1781, una resolución, conforme a las Leyes de Indias (que hoy por cierto no podría obtenerse) declarando común el uso de las canteras, pastos y montes, nombrándose Alcalde de la nueva Villa por cinco años a Don Benito Herosa, fijándole su competencia y jurisdicción territorial y en cuanto a las tierras se manda justifica los extremos de población, siembra y plantación.
Y en cumplimiento de ese auto, se procede por Herosa al reparto de las tierras de la Villa, ejido, Propios, Dehesas y Chacras, tomando posesión en estas últimas cincuenta y cuatro individuos que de inmediato se entregan a la labor agrícola.
Llena además Herosa como capitán de Milicias las funciones propias de aquella dura época. El problema del portugués afecta, por su vecindad, a la nueva Villa, y sus pobladores, no obstante haber pedido se les relevara del servicio de guaridas, revistas y alardes, deben con su Capitán, prestar apoyo y concurso efectivo. a las fuerzas militares en distintas oportunidades.
Más, esta actividad, no desvía a Herosa de su celo por el adelanto de la Nueva Villa y en plena campaña de 1777, cuando las fuerzas de Cevallos están próximas a llegar a la región, reúne aquel la Junta de Vecinos y, dando cumplimiento a las instrucciones recibidas de sus comitentes, propone y es nombrado el 10 de abril de 1777, como Maestro de Primeras Letras Don José Quintana quien era ya Notario Eclesiástico y que “a costa del Cuerpo del vecindario” se le haga casa al Maestro sin más destino que el fin de que se trata. “Y velando además, por los menores sin tutor y por los pobres y naturales, solicite también de la Junta, se les nombre Defensor, recayendo esta designación en Don Nicolás Antonio Hernández.
Admirable preocupación, que revela los nobles sentimientos de Don Benito Herosa, por la educación de los niños y la defensa y protección de los desamparados y que coloca a este ilustre varón, que tan altas virtudes poseía, en el sitial de un verdadero fundador de pueblos.
Para los que estudian, aún a grandes rasgos, los orígenes de la Ciudad de Rosario llama poderosamente la atención el contenido democrático impreso por Herosa a la incipiente organización jurídica de la nueva Villa. La autoridad suprema la ejerce la Junta de Vecinos que frecuentemente se reúne; allí, en presencia de todos. Herosa rinde cuentas de sus actos de Primer Fundador; allí, se verifican los inventarios de la Capilla, los gastos y apremios de la comunidad, la forma de su pago, el reparto de las tierras, las obligaciones de los vecinos y todo cuanto otro problema les mueve e interesa. No es un Ayuntamiento restringido en número, es todo el vecindario el que actúa en funciones de gobierno directo. Y Asamblea hubo a la que se dio entrada a una mujer que asiste a título de viuda, como también, en el reparto de tierras, se les tiene en cuenta, a las viudas de los que fueron convecinos.
Figura de tan singular relieve, más aun para aquella época de fuertes pasiones en la que las leyes aun siendo buenas, se aplicaban a tantos centenares de leguas del centro de autoridad que podían desnaturalizarse impunemente, había de encontrar enemigos dispuestos a combatirlo y a aniquilarlo, a él y a su obra.
En su contra se movieron poderosas influencias aliadas a intereses adversos a aquella obra de civilización y, contando con la incomprensión de las altas autoridades, si bien lograron entorpecer el crecimiento de la nueva población, no quebrantaron por cierto el valeroso y elevado ánimo de su gestor ni del núcleo de los pobladores que permanecían allí, aferrados a la tierra, sufriendo las vicisitudes de los prolongados conflictos, con los Bethlemitas, que llegaron hasta el desalojo de una parte de los vecinos con arrasamiento de casas y sembrados, con Don Félix Sánchez que cedió, luego con Don Francisco Medina, que los trató como intrusos, más tarde con el Gobernador de Montevideo que pretendía vender las tierras, venciendo al fin, la voluntad de arraigo en el lugar elegido por Herosa.
Y cuando en 1810, muerto ya el fundador en 1775 sostienen los pobladores el último conflicto de la ápoca colonial, encabezados por el Alcalde Don Gerónimo Alonso -ante la amenaza del nuevo despojo que se intenta, vuela el recuerdo de los amenazados hacia la memoria de Don Benito Herosa y su ejemplar conducta, su amor y su fe en los destinos de las Nueva Villa, son puestos de relieve en emotiva carta del Alcalde, frente a los tortuosos procederes de los enemigos de su obra que intentan una vez más destruirla.
Poca preocupación hubo hasta hace poco por la historia local de Rosario.
Se recibieron y admitieron como exactas versiones basadas , unas, en hechos ciertos; pero mal interpretados y otras, sin más valor real que el de interesantes leyenda, fruto imaginativo de relaciones sobre hechos confusamente conocidos.
Para nuestro historiados máximo de la época colonia, Don Francisco Bauzá, tuvo su origen la Ciudad de Rosario en un campamento militar de la expedición de Cevallos en 1777, en torno al que se agruparon los vecinos, buscando seguridad y constituyeron una población que dice aquel, fue más tarde la Villa de Rosario.
Por suerte, para su debida rectificación, Bauzá fundamenta su afirmación en una referencia al diario llevado por el Piloto don Andrés de Oyarvide, miembro de la 2ª Partida de Demarcación entre las posesiones de España y Portugal, en cumplimiento del Tratado de 1777, Partida que a fines de 1783, hiciera el viaje por tierra de Colonia a Montevideo, llevando Oyarvide, al igual que otros miembros de esa expedición, Cabrera y Alvear, anotaciones diarias sobre el recorrido.
Basta leer el pasaje del Diario de Oyarvide, que hace referencia a aquel Campamento, para dejar probado que solo por un error geográfico pudo confundir Bauzá la población que existió en la margen izquierda del Arroyo del Rosario, precisamente en el paraje llamado hasta hoy de la Guardia Vieja, con la naciente Villa de Nuestra Señora del Rosario situada en la margen derecha del Colla.
Dice así Oyarbide: “…a las tres leguas largas llegamos ya de noche a la Capilla del Colla, que a la presente se estaba fabricando inmediata al Arroyo del mismo nombre, donde hicimos alto y hay aquí algunos ranchos de familias pobres”.
Y más adelante agrega: “El día 31 de diciembre continuamos la marcha pasando el dicho Arroyo Colla, que tiene arboledas en sus orillas y a la legua corta hacia el NE y E cortamos otro que llaman del Rosario también con arboledas de poco uso; y distante de éste un tercio de milla para el Este hay una guardia nombrada del campamento, que resulta de haber estado aquí el de la tropa que custodiaba la caballada y boyada del Rey cuando la guerra de 1777 con los Portugueses para evitar alguna invasión de éstos y que efectivamente la tenían premeditada al no venir la paz que todo lo sosegó. Con motivo del dicho campamento concurrieron varias familias formando ranchos de paja para su habitación, de las que aún subsisten algunas y con poco arbitrios”.
Las transcripciones hechas son suficientes para demostrar el involuntario error de Bauzá, repetido luego por otros historiadores.
Otra versión, acogida y ampliada con detalles por Barcón Olesa en su interesante monografía de la Región del Colla, establece que el origen de la Ciudad se debió al Saladero fundado por Don Francisco de Medina y al hecho de que éste cedió el terreno, a condición de que se fundara un pueblo con su Iglesia correspondiente bajo la advocación de la Virgen del Rosario, agregando que Medina fue preso, así como que el Saladero estaba establecido en la confluencia del Sauce con el Río de la Plata.
Si bien es cierto que Medina, hombre de vastas empresas y de gran fortuna, instaló una fábrica de salazón de carnes, sobre la Costa del Arroyo Rosario y no en el lugar en que indica el Señor Barcón Olesa, pues lo que hubo en la confluencia del Sauce fue un embarcadero y depósito al servicio del Establecimiento principal, sito como hemos dicho en la Costa del Rosario (Margen derecha) próximo al hoy Puerto del Rosario, no es exacto que haya hecho donación alguna de sus tierras en favor de la Nueva Villa, ni tampoco que le hayan prendido.
Don Francisco Medina falleció el trece de agosto de 1788, habiendo otorgado poder para testar a Don Francisco Ortega, Comandante de Resguardo, nombrando además a éste y a Don José Guerra como sus Albaceas e instituyendo como su heredera a su Alma, en la Ciudad de Buenos Aires el 28 de noviembre de 1787, ante el Escribano José García Echaburu, y en esa disposición para nada se menciona a la Nueva Villa ni a la Virgen del Rosario, de la cual por otra parte se deduce que no era devoto Medina, porque en el inventario de sus bienes, en una minuciosa descripción que se hace de los muebles, aparecen diversas imágenes y ninguna es la de aquella Virgen, cuyo nombre tampoco lleva ninguna de sus embarcaciones.
Igualmente, en lo de la prisión de Medina, quien murió antes de que el Virrey Marqués de Loreto tomara intervención en sus empresas, existe una confusión, pues el que fue detenido, logrando escapar, fue su Albacea el Comandante Ortega, precisamente por estar acusado de haberse concertado con Medina y el Administrador de Aduana Ximénez de Mesa, en perjuicio de la Real Hacienda, en los negocios de salazón de carnes y otros.
Además, existen en nuestros archivos (Escribanía de Gobierno en Montevideo, expediente encuadernado de Buenos Aires – Nº 116 – Año 1777) diligencias iniciadas por Medina a fin de obtener el desalojo de los pobladores de la Villa, que consideraba como intrusos en sus campos y en cuyas actuaciones el representante de los vecinos Don Francisco Ximénez, le acusa, a Medina, de sustraer maliciosamente un expediente de mensura que constataba los derechos de aquellos, situaciones éstas como se ve, no compatibles con la presunta condición de fundador.
Finalmente, se ha dado por algunos, el acto de reparto de solares y chacras de diciembre de 1810, realizado en nombre del Gobernador de Montevideo por el Ayudante Mayor don Joaquín Álvarez Cienfuegos de Navia, el carácter de fundacional, cuando como lo hemos establecido, Rosario reconocía un origen anterior y aquel acto, si bien importante en su existencia, aunque no definitivo en el dominio de las tierras, que más tarde en plena Independencia, fue puesto otra vez en tela de juicio, no pudo ser sino efecto de una causa cuya raíz se hallaba en los verdaderos actos de fundación realizados por Don Benito Herosa, los que fueron invocados para obtener del Gobierno Español, en 1810, el reparto de tierras que realizara Álvarez Cienfuegos de Navia, con arreglo a planos trazados por el Piloto Don José de Souza.
Con lo expuesto, en forma muy sintética, fijamos la verdad histórica de los orígenes de la Ciudad de Rosario y traemos a plena luz la noble e interesante figura de su primer fundador Don Benito Herosa.
Esperamos que el proyectado homenaje de dar su nombre a la Plaza principal de aquella ciudad, contará en primer término con el apoyo del Señor Intendente Municipal, que en cumplimiento de expresa disposición legal ha de ser previamente oído y luego con el de la Junta, pudiendo afirmar que en nuestro concepto, haremos con su sanción, obra de verdadera justicia histórica. FRANCISCO BARREDO LLUGAIN – VICENTE ORIZIA – ENRIQUE LONG – LEOPOLDO FUICA.
 
LA JUNTA DEPARTAMENTAL DE COLONIA
ACUERDA Y DECRETA:
 
Artículo 1º. Desígnase con el nombre de “PLAZA BENITO HEROSA” a la actual Plaza Constitución de la ciudad de Rosario.
Artículo 2º. La Intendencia Municipal adoptará las medidas necesarias para el cambio de nombre de aquella Plaza.
Artículo 3º. Comuníquese e insértese en el Libro de Decretos de la Junta Departamental.
 
SALA DE SESIONES de la Junta Departamental de Colonia a veintiuno de setiembre de mil novecientos cuarenta y tres.
 
RICARDO RUFENER, Vicepresidente.
 
AQUILES DÍAZ, Secretario.
 

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